El artículo “discurso presidencial” del 02 de junio del padre José María Tojeira, rector de la UCA, destaca muy bien los aciertos y desafíos del primer discurso del presidente Mauricio Funes. En su contenido hay una frase que me interesa resaltar porque me parece ilustrativa del momento actual, dice: “Más allá del discurso, lo mejor del día fue el entusiasmo, la esperanza y la alegría de la gente. Es el momento de convertir la esperanza en acción”. Esto implica, indudablemente, ver más a fondo el contenido del cambio, las acciones y programas inmediatos en un horizonte estratégico que aún no ha sido delineado. En particular, llama la atención la ausencia de un enfoque estratégico de la educación nacional, tanto en el discurso presidencial como en las primeras medidas. Es de mucho interés nacional lograr percibir y participar de los grandes retos de país que no fueron desarrollados en el discurso y que aún no lo presenta el gabinete, entre ellos como primera prioridad la educación.
Siempre es usual que los gobiernos y las sociedades asuman grandes compromisos en torno a la educación como el factor clave del desarrollo, aún en épocas de crisis como la actual. Sin embargo, los discursos y acciones anunciadas se limitan a la entrega de útiles, uniformes escolares y apoyo con alimentos dentro de los centros públicos. Todas iniciativas loables pero sin contenido y visión a mediano o largo plazo. Aún el plan de gobierno no armoniza, ni desarrolla plenamente el giro estratégico en materia educativa.
La ventaja que esto presenta es que deja abierta la posibilidad de poder desarrollar verdaderos procesos participativos, que evalúen y sitúen de manera adecuada el estado de la educación del país, así como de que se trabaje en verdaderas concertaciones para convertirlas en políticas de Estado y programas con visiones compartidas. No obstante, las desventajas son mayores en tanto se tiene un limbo, un proceso lento para que las nuevas autoridades comprendan el manejo de los sistemas y las organizaciones vigentes, la inoperancia de algunos procesos, entre otros.
Por otra parte, se deben asumir grandes retos entre los que se mencionan: erradicar el analfabetismo, alcanzar una educación universal de calidad, lograr la plena gratuidad de la educación y la calidad en los aprendizajes y los sistemas, modernizar la institucionalidad, resolver el financiamiento educativo, entre otros. Algunos de estos desafíos se suscriben en los Objetivos de desarrollo del milenio (ODM) y la Educación para Todos (EPT) que vencen en el 2015, por lo tanto se debe asumir un proceso acelerado que de fiel cumplimiento a los compromisos. Convertir la esperanza en acción pasa por un enfoque estratégico en la educación del país.
Siempre es usual que los gobiernos y las sociedades asuman grandes compromisos en torno a la educación como el factor clave del desarrollo, aún en épocas de crisis como la actual. Sin embargo, los discursos y acciones anunciadas se limitan a la entrega de útiles, uniformes escolares y apoyo con alimentos dentro de los centros públicos. Todas iniciativas loables pero sin contenido y visión a mediano o largo plazo. Aún el plan de gobierno no armoniza, ni desarrolla plenamente el giro estratégico en materia educativa.
La ventaja que esto presenta es que deja abierta la posibilidad de poder desarrollar verdaderos procesos participativos, que evalúen y sitúen de manera adecuada el estado de la educación del país, así como de que se trabaje en verdaderas concertaciones para convertirlas en políticas de Estado y programas con visiones compartidas. No obstante, las desventajas son mayores en tanto se tiene un limbo, un proceso lento para que las nuevas autoridades comprendan el manejo de los sistemas y las organizaciones vigentes, la inoperancia de algunos procesos, entre otros.
Por otra parte, se deben asumir grandes retos entre los que se mencionan: erradicar el analfabetismo, alcanzar una educación universal de calidad, lograr la plena gratuidad de la educación y la calidad en los aprendizajes y los sistemas, modernizar la institucionalidad, resolver el financiamiento educativo, entre otros. Algunos de estos desafíos se suscriben en los Objetivos de desarrollo del milenio (ODM) y la Educación para Todos (EPT) que vencen en el 2015, por lo tanto se debe asumir un proceso acelerado que de fiel cumplimiento a los compromisos. Convertir la esperanza en acción pasa por un enfoque estratégico en la educación del país.
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