Orientar la inversión pública al sector privado de las microempresas podría mejorar la productividad, la solidaridad y el bienestar de las familias.
El escenario salvadoreño demanda cambios estratégicos. Equilibrar la inversión pública orientada al sector privado es un punto clave. Lo que se propone es favorecer el empleo intensivo a través de las microempresas; es decir, aprovechar la coyuntura del Plan Anticrisis para generar empleo, pero con una perspectiva de desarrollo a largo plazo: empleo digno y sostenible. Implica –además de prestar especial atención a la promoción– preparar al sector, formalizarlo, y capacitarlo en el conjunto de aprendizajes vitales, para que las organizaciones que lo conforman aporten a un enfoque de alta productividad, solidaridad y bienestar para las familias.
Para lo anterior, se considera fundamental la consolidación de sinergias institucionales, entendidas como soportes básicos, ya que la mayor parte de las instituciones del Estado no está preparada para enfrentar este desafío. Puesto que, en los últimos 15 años, la inversión estatal en su mayoría fue dirigida hacia el sector privado de la grande y mediana empresa. Lo que redujo la participación del gobierno. Muchos ministerios se convirtieron en oficinas de contratación de servicios privados sin capacidad de intervención directa en sus áreas de competencia, incluso en las emergencias. Y es probable que los listados de adjudicaciones tiendan a repetirse en un pequeño segmento de empresas, lo que no contribuye a la libre competencia ni al aumento de la productividad.
En ese contexto, se vuelve necesario estimular y ampliar la competencia, la productividad y los servicios de alto rendimiento, buscando que las medianas y las grandes empresas mejoren sus resultados, en cuanto a la utilidad del servicio a favor de la población tanto como del Estado. Al mismo tiempo debe estimularse una verdadera responsabilidad social empresarial, que comienza con el pago oportuno de los impuestos y de los montos correspondientes y se complementa con una inversión orientada al desarrollo estratégico de nación, ecológicamente responsable y sostenible, comprometida con el bienestar de la población.
También es importante la generación de procesos adecuados, la minimización de las distorsiones entre sectores y la disposición de flujos financieros en armonía con el panorama nacional. El punto de partida es que las instancias gubernamentales actuales no poseen las competencias idóneas. Además, es importante reconocer que los excesos de flujos financieros no conducen necesariamente al desarrollo. Y es que inyectar grandes cantidades de recursos a las microempresas mediante la improvisación de procesos y sin la preparación mínima previa puede convertirse en una experiencia frustrante, acompañada de una pérdida importante de recursos.
CONAMYPE, INSAFORP, ONG, unidades operativas de dependencias del Estado como MINED, FISDL y otros ministerios que hacen inversión pública tienen un reto en la consolidación de las sinergias que se plantean. El llamado es a fortalecerse, modificar sus sistemas y desplegar un proceso formativo y participativo que dinamice el sector de las microempresas. No basta reorientar recursos, se deberán estimular modelos productivos y asociativos de alto desempeño, observar los sistemas en su conjunto, sin caer en distorsiones, para que los sectores se empoderen y los encadenamientos productivos den ventajas nacionales.
Será oportuno aprovechar las experiencias internacionales como las generadas por la Organización Internacional del Trabajo, la Cooperación Técnica Alemana y Española, y otras. La base común radica en aprovechar las experiencias exitosas, la importancia que se le otorga al conocimiento, a la creación de sinergias cooperativas y solidarias, a los aprendizajes significativos y vitales, al aprendizaje entre pares, la asociatividad y el trabajo en equipo.
Para lo anterior, se considera fundamental la consolidación de sinergias institucionales, entendidas como soportes básicos, ya que la mayor parte de las instituciones del Estado no está preparada para enfrentar este desafío. Puesto que, en los últimos 15 años, la inversión estatal en su mayoría fue dirigida hacia el sector privado de la grande y mediana empresa. Lo que redujo la participación del gobierno. Muchos ministerios se convirtieron en oficinas de contratación de servicios privados sin capacidad de intervención directa en sus áreas de competencia, incluso en las emergencias. Y es probable que los listados de adjudicaciones tiendan a repetirse en un pequeño segmento de empresas, lo que no contribuye a la libre competencia ni al aumento de la productividad.
En ese contexto, se vuelve necesario estimular y ampliar la competencia, la productividad y los servicios de alto rendimiento, buscando que las medianas y las grandes empresas mejoren sus resultados, en cuanto a la utilidad del servicio a favor de la población tanto como del Estado. Al mismo tiempo debe estimularse una verdadera responsabilidad social empresarial, que comienza con el pago oportuno de los impuestos y de los montos correspondientes y se complementa con una inversión orientada al desarrollo estratégico de nación, ecológicamente responsable y sostenible, comprometida con el bienestar de la población.
También es importante la generación de procesos adecuados, la minimización de las distorsiones entre sectores y la disposición de flujos financieros en armonía con el panorama nacional. El punto de partida es que las instancias gubernamentales actuales no poseen las competencias idóneas. Además, es importante reconocer que los excesos de flujos financieros no conducen necesariamente al desarrollo. Y es que inyectar grandes cantidades de recursos a las microempresas mediante la improvisación de procesos y sin la preparación mínima previa puede convertirse en una experiencia frustrante, acompañada de una pérdida importante de recursos.
CONAMYPE, INSAFORP, ONG, unidades operativas de dependencias del Estado como MINED, FISDL y otros ministerios que hacen inversión pública tienen un reto en la consolidación de las sinergias que se plantean. El llamado es a fortalecerse, modificar sus sistemas y desplegar un proceso formativo y participativo que dinamice el sector de las microempresas. No basta reorientar recursos, se deberán estimular modelos productivos y asociativos de alto desempeño, observar los sistemas en su conjunto, sin caer en distorsiones, para que los sectores se empoderen y los encadenamientos productivos den ventajas nacionales.
Será oportuno aprovechar las experiencias internacionales como las generadas por la Organización Internacional del Trabajo, la Cooperación Técnica Alemana y Española, y otras. La base común radica en aprovechar las experiencias exitosas, la importancia que se le otorga al conocimiento, a la creación de sinergias cooperativas y solidarias, a los aprendizajes significativos y vitales, al aprendizaje entre pares, la asociatividad y el trabajo en equipo.
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